11 días con una modelo extranjera
x es una ex presentadora de televisión y ex modelo. A sus 30 años, ha trabajado como
jefa de marketing en una gran empresa en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Es una mujer
sumamente culta, habla inglés a la perfección y tiene un alto nivel de desarrollo personal. Ha
viajado a varios países, algunos de ellos sola, lo que refleja su independencia y seguridad.
Es de esas chicas a las que les escriben jugadores de fútbol de Boca Juniors o reguetoneros
como Jhay Cortez (me mostró los chats). Sus exparejas han sido hombres millonarios, lo que
deja claro el tipo de estándares con los que se mueve.Sábado 11 – Nuestras primeras 24 horas juntos (Día 1)
Voy camino al aeropuerto en otra de esas locuras de mi vida. Estoy a punto de recoger a una
chica a la que nunca he visto en persona y con la que apenas he interactuado un 10% a través
de Instagram. Lo más extremo: voy a encerrarme con ella 11 días—seis en un hotel en
Santiago, cuatro en un departamento en Concón y un día en mi casa.
¿Qué podría salir mal? Todo o nada. Pero de algo estoy seguro: no habrá término medio.
Como buen seductor y anfitrión, preparé un pequeño detalle para su llegada: un chip de
teléfono, una barra de proteína, una botella de agua y una pulsera de hilo rojo como
protección.Cuando nos vimos por primera vez, nos dimos un abrazo apretado de cinco segundos. Luego,
le entregué su “kit de bienvenida”. Tomé el carro con sus maletas y lo llevé hasta el auto que
nos llevaría al hotel. Durante el trayecto, conversamos de todo un poco, como si nos
conociéramos de toda la vida. En un momento, ella abrió la bolsa y sonrió:
—Qué gran detalle, muchas gracias. Activaré el chip de inmediato. Y muero de hambre…
Pensaste en todo. Eres un gran anfitrión.Llegamos al hotel en Providencia. Al entrar a la suite, su expresión cambió al ver que solo
había una cama. Anticipándome, le dije:—No te preocupes por eso. Yo dormiré en el sillón. No nos conocemos lo suficiente, y el hecho
de que estés aquí no significa que estés obligada a nada. Quiero que te sientas cómoda.
Ella suspiró y sonrió.
—Muchas gracias por considerarlo. Y sí, es cierto que no nos conocemos mucho, pero no te
preocupes, yo puedo dormir en el sillón.
—No, olvidado —respondí firme—. Vamos a almorzar, que muero de hambre. Además, quiero
mostrarte el Costanera Center.Fuimos directo a Tic Tac (si mal no recuerdo), nos sentamos a conversar, y noté cómo cada
tipo que pasaba le clavaba la mirada. No era algo nuevo para mí. En un momento, me
preguntó:—¿A dónde iremos esta noche?
—Voy a hablar con unos amigos. Podríamos salir con ellos si no te incomoda.
—Para nada. Soy muy sociable. Vamos a donde quieras.Así que le hablé a David y Víctor para organizar algo. David nos invitó a su departamento,
donde había preparado algo para comer y beber. Se sumaron un par de amigas, y armamos un
buen grupo—chilenos, argentinos, bolivianos—una combinación interesante.
Más tarde, nos fuimos todos a una fiesta electrónica de un DJ alemán que conocía David. La
pasamos increíble. Con Alejandra bailamos un rato, luego ella hizo amigas con una facilidad
impresionante. Su habilidad para conectar con las mujeres en segundos era impactante. En
medio de la euforia, me dijo:—Si fuera lesbiana, sería un tornado.
—Espero que seas bisexual, eso sería aún mejor —le respondí en broma. Se mató de la risa.Salí a fumar con los chicos mientras ella seguía bailando. Me encantaba la
sensación de libertad que había entre nosotros. Estar con una mujer con habilidades sociales,
que no reclama por espacio ni invade el tuyo, es algo que realmente valoro. En ese momento,
entendí que haríamos un gran equipo.Le hice probar la piscola, pero la odió. Para alguien que ama el vino, era demasiado fuerte. Ya
era hora de irnos, así que tomé su mano, pedí un Uber y volvimos al hotel.Al llegar, ella se metió directo a la cama, y yo al sillón. Antes de dormir, me preguntó:
—¿Necesitas más almohadas? ¿Te paso una manta?
—Estoy bien, cariño. Que tengas buena noche.Mientras cerraba los ojos, pensaba: Esta chica tiene una personalidad 10 de 10. No me
equivoqué. Estos días serán muy interesantes. Jugaré mis cartas. Aplicaré el método PRO
para una chica 10 de 10.Domingo 12 – Comenzando la etapa de amistad
Desperté con una resaca del demonio. Me fui directo a darme una ducha con agua fría y, al
salir, me recosté junto a ella en la cama para charlar y recordar los momentos más divertidos
de la fiesta. Después de que ella también se duchara, bajamos a desayunar.
Al regresar a la habitación, seguimos conversando. Con ella nunca había momentos aburridos;
era una excelente conversadora. Nos moríamos de risa, yo le hacía bromas, y la conexión
entre nosotros se hacía cada vez más natural.Más tarde, salimos a comer al Costanera Center. Luego, volvimos al departamento de David,
donde nos encontramos con Víctor y otro amigo de David. Nos pusimos a contar historias de
nuestros viajes a Medellín, hablamos sobre mujeres de distintos países y compartimos
experiencias sobre seducción. Le mencioné un par de anécdotas con modelos en el Boot
Camp de Medellín y, para mi sorpresa, se lo tomó con total normalidad, sin mostrar celos ni
ninguna reacción negativa. Eso me hizo darme cuenta de que no era una mujer posesiva, algo
que consideré un punto a su favor.Aun así, la noté un poco callada y, más tarde, me confesó que no se estaba sintiendo cómoda
porque no entendía todo lo que decíamos. Nos reímos, ya que cuando se habla con modismos
y rapidez, es difícil que alguien de otro país nos siga el ritmo. Tomé nota mentalmente: siempre
hablen neutral, sin modismos, hablen lento y modulen bien.Después de eso, volvimos al hotel para arreglarnos, ya que saldríamos a cenar. Para mí, las
cenas son las mejores citas; ahí es donde realmente puedes conocer a alguien a profundidad.
Pedimos un Uber y, en el trayecto, tomé su mano y comencé a acariciarla suavemente. Ella
hizo lo mismo conmigo. Al llegar al restaurante, pidió una copa de vino chileno y yo, un Old
Fashioned. Mientras conversábamos y decidíamos qué cenar, aproveché para hacerle
preguntas emocionales:—¿Cuál ha sido el momento más feliz de tu vida?
—¿Cuál es tu concepto del amor?
—¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de tu personalidad?Sus respuestas fueron tan asertivas que no había mucho que agregar, solo asentía con la
cabeza, sorprendido por la profundidad de su pensamiento. Me gustaba pasar tiempo con ella
porque siempre nos sentíamos en nuestro propio mundo; nada a nuestro alrededor nos
distraía.Sin embargo, como siempre, yo estaba atento al entorno. Uno de los meseros no podía dejar
de mirarla, aunque ella no se daba cuenta. Cuando el restaurante ya estaba por cerrar y solo
quedábamos nosotros, el tipo se acercó, me guiñó un ojo y le preguntó si era rusa. Sonriendo,
ella respondió:—No, soy boliviana. Aunque no es la primera vez que me lo preguntan.
Nos reímos y, al salir, pasamos por una botillería para comprar una botella de vino y cerrar la
noche en nuestra habitación, escuchando música y teniendo esas conversaciones profundas
que te atrapan. No me importaba trasnochar o beber demasiado si era con ella.Al llegar al hotel, nos quitamos los zapatos y nos sentamos en el sillón. Ella apoyó sus pies
sobre mis piernas, y comenzamos a hablar sobre conexiones, energía y el poder de un abrazo.—Un abrazo puede hacer que alguien sienta muchas cosas —le dije.
Nos abrazamos. Y en ese momento, sentimos una energía tan intensa y satisfactoria que no
podíamos dejar de abrazarnos y acariciarnos. Fue una sensación envolvente, como si el
tiempo se detuviera.De repente, pasó de lo emocional a lo racional en un segundo.
—Necesito alejarme —dijo, separándose.
Se recostó nuevamente en el sillón, y seguimos conversando mientras yo le acariciaba las
piernas. En mi mente, sabía que no era el momento de ir por un beso ni intentar nada más. No
cuando había alcohol de por medio.Así que simplemente le dije:
—Ya es hora de descansar. Mañana tenemos varias cosas que hacer, así que vete a tu cama.
Ella me miró por un instante y, sin decir nada, obedeció.Una de las cosas que más aman las mujeres con alto desarrollo personal es un hombre que no
demuestra necesidad por ellas, que tiene autocontrol y actúa como el premio.Lunes 13 – El primer beso
Por la mañana, despertamos y ella me dijo:
—Ven, acuéstate un ratito conmigo.
Me acerqué y nos quedamos hablando un rato. Luego, me abrazó, y nuevamente sentimos esa
energía intensa que nos hizo suspirar como dos niños. Sabía exactamente lo que estaba
haciendo: quería comprobar si podíamos volver a sentir lo mismo que en nuestro primer
abrazo. Y así fue.Permanecimos así durante un buen tiempo, abrazados, entregándonos afecto sin necesidad
de palabras. Luego, nos arreglamos y la llevé a uno de mis cafés favoritos, el que siempre
recomiendo a mis alumnos: Wonderland Café, inspirado en Alicia en el País de las Maravillas.
Le encantó el lugar. Conversamos de todo, me dio de comer en la boca, le tomé algunas fotos
y disfrutamos el momento.Después, fuimos a almorzar al Mercado Central, donde probó la centolla por primera vez y
quedó fascinada con la experiencia. Como de costumbre, los meseros no podían dejar de
mirarla. Lo pasamos muy bien y, después de la comida, quiso conocer la Plaza de Armas y el
Paseo Ahumada.Le recomendé que evitáramos sentarnos en la Plaza de Armas, pero insistió. Así que lo
hicimos. Allí pudo ver otra realidad, diferente a lo que estaba acostumbrada. Luego,
comenzamos a caminar por el Paseo Ahumada y, en un momento, le tomé la mano.
Caminamos así por una cuadra hasta que me hizo una pregunta que, sinceramente, no
recuerdo. Nos miramos y, sin previo aviso, nos besamos de manera espontánea, sin frases ni
movimientos calculados.Justo en ese instante, un vendedor ambulante gritó:
—¡Uuuuyyyyy!
Nos matamos de la risa y seguimos caminando.
Más tarde, le ayudé a tomarse fotos y videos en la calle Londres y Francia. En ese momento,
decidí no darle un segundo beso. Seguía mostrando control, proyectando seguridad y
evitando demostrar necesidad.
Tomamos un Uber de regreso al hotel y, durante el trayecto, ella me tomó de la mano y
comenzó a acariciarla.Más tarde, nos arreglamos para salir a cenar a Dondoh, un excelente restaurante en Las
Condes. Nos sentamos, pedimos unos tragos de autor y ordenamos la comida.
En un momento, ella empezó a tomar fotos de los platos para subirlas a sus historias de
Instagram. Como la iluminación no era la mejor, encendió el flash. Eso me incomodó un poco,
pensando que podía molestar a las personas a nuestro alrededor. Se lo mencioné, y su
respuesta me dejó pensativo:—Más que incomodar a los demás, te incomoda a ti. Tienes que disfrutar más del momento y
dejar de pensar tanto en los demás o en tu imagen.Sus palabras quedaron resonando en mi cabeza. Me di cuenta de que, después de tanto
trabajar en mi imagen, me había convertido en alguien demasiado consciente del qué dirán.
Así que decidí soltarme. Dejé de preocuparme y empecé a disfrutar del momento como ella lo
hacía. Grabé, tomé fotos y me permití sumergirme en la experiencia sin filtros ni juicios.
Fue una cita increíble. Nos tomamos de la mano, nos mirábamos a los ojos, nos reíamos.
Había complicidad.Al regresar al hotel, abrimos una botella de vino y comenzamos a besarnos una y otra vez, en
un juego romántico y lleno de energía. Nos abrazamos, nos reímos y seguimos disfrutando la
noche. Ella se emborrachó un poco, así que, como buen caballero, le pedí que se fuera a su
cama.
Obedeció sin decir nada.Me quedé acostado, pensando: Esto está yendo en una dirección más profunda. Uno de los
dos va a terminar enganchado en este juego. Y estoy notando su estrategia…
Cuando una mujer retiene el sexo, es porque quiere engancharte y porque te ve como material
de novio.Pero si esa era su estrategia, ella terminaría aún más enganchada.
Martes 14 – El inicio de un romance
Me desperté y fui directo a darme una ducha de agua fría, como siempre, acompañado de mi
música. Me motiva empezar el día con música a todo volumen, pero ella, en cambio, prefería la
paz en las mañanas. Aguantó mi rutina hasta ese día, cuando, con mucha amabilidad, me
pidió si podía ver algunos TikToks en su iPad y si, por favor, podía bajar la música.Lo capté de inmediato y le respondí:
—Cariño, si te gusta la tranquilidad en las mañanas, solo dímelo. Estamos conviviendo 11
días, podemos adaptarnos el uno al otro.
—Gracias por decirlo —respondió riendo—, pero me tienes loca con tu música.
Desde ese día, empecé a llevarme el parlante al baño para escuchar música solo mientras me
duchaba. Para ese punto, ya salía de la ducha solo en ropa interior. De hecho, si lo pienso
bien, desde el segundo día ya nos paseábamos así por la habitación. Me sentía cómodo con
mi físico, resultado de mis entrenamientos en el gimnasio.
En un momento, ella me llamó desde la cama:
—Ven un ratito, acuéstate a mi lado antes de que nos levantemos.
Me acosté junto a ella, comenzamos a besarnos, a acariciarnos y a sentir la energía del otro.
Pero esta vez la intensidad subió. Recorrí con mis manos su espalda, su cintura, su trasero y
sus senos, sintiendo cómo su respiración se agitaba. La excitaba, hasta que, de pronto,
detenía el momento.
Yo solo sonreía cuando lo hacía.Después de arreglarnos, nos fuimos al teleférico. Antes, ella quería conocer el metro, así que le
di en el gusto y tomamos uno por un tramo corto. Luego, pedimos un Uber y subimos en el
teleférico hasta el primer parque, donde nos sentamos rodeados de parejas.
Ahí tuvimos una conversación profunda sobre nuestras familias y nuestro pasado, mientras ella
apoyaba su cabeza sobre mis piernas. Fue un momento tierno.Más tarde, seguimos caminando y, con una vista espectacular de Santiago, me pidió que le
tomara algunas fotos. Admito que, al principio, me incomodó la idea. En mi mente, asociaba
esa acción con bajo valor, como si me pusiera en una posición de fotógrafo personal. Pero
cuando ella me dijo:—Antes, yo te tomé fotos a ti.
Ahí entendí el equilibrio. Y cuando lo sentí justo, ya no me importó lo que pensara el resto.
Subimos en el teleférico hasta la cima del cerro, donde la llevé a probar empanadas y mote
con huesillo. Le gustaron ambos. A pesar de ser una chica cheta (cuica), era
sorprendentemente sencilla y agradecida por todo. Eso me encantó. No era una mujer
interesada ni exigente.Después, nos fuimos al mirador y hablamos sobre nuestros sueños en la vida. Fue una
conversación profunda, de esas que sientes que marcan un antes y un después.
Al regresar al hotel, nos preparamos para cenar en Osaka, uno de los mejores restaurantes de
Santiago. Ambos nos veíamos atractivos, éramos un equipo letal a los ojos de los demás:
energía, seguridad y presencia.En una mesa cercana, estaba Vesta Lugg. Guapa en persona, por cierto.
Pedimos cócteles de autor y, en un momento, ella quiso tomarse una foto con flash. Lo hice
sin pensarlo, sin importar la gente alrededor. Ya había desbloqueado el miedo al qué dirán en
este viaje. Y ella lo notó.—Me encanta verte así —dijo con una sonrisa.
La conversación fluyó naturalmente: hablamos de vinos, del amor, de la conexión, del deseo y
de los miedos. Una vez más, fuimos de los últimos en irnos del restaurante. Ya se estaba
volviendo un hábito.Salimos tomados de la mano, apoyándonos el uno en el otro, directos a una botillería para
comprar otra botella de vino.Al llegar a la habitación, cambié la música a algo más emocional. Ella dejó su copa y comenzó
a besarme lentamente, sintiendo cada porcentaje de energía recorrer su cuerpo.
Era mutuo. Nos estábamos enamorando.En ese instante, el sexo dejó de ser mi prioridad en esta experiencia. Lo que estaba sintiendo
era algo diferente, algo más intenso. Me desconocía.
CIGS ya se habría acostado con ella.Pero no dejaría que CIGS tomara el control. Solo Sebastián.
Una vez más, la envié a su cama y me quedé en el sillón, pensando antes de dormir: ¿Hacia
dónde está yendo esta historia?Miércoles 15 – Se abre el buzón de quejas
Desperté y me fui a su cama. Ella, sin dudarlo, vino directo a mis brazos. Besos, caricias y un
juego erótico más avanzado con la ropa de dormir. Su deseo y excitación se reflejaban en su
respiración y en lo que me susurraba al oído. Jugamos así hasta que, de repente, ella detuvo el
momento.—Confía en mí —me dijo—. Aún no es el momento.
La miré y sonreí.
—No sabía que había un momento específico —respondí—. Solo te pido que no vayas en
contra de lo que realmente deseas. Eso no es natural y ensucia el momento.
—Lo sé, pero es por un bien mayor. Confía en mí.En mi mente, pensaba: Quieres que confíe en tu estrategia.
Más tarde, fuimos al Parque Arauco. Quería conocer el mall e ir a Victoria’s Secret a comprar
algunas cosas. Desde que tomamos el Uber, estuvo especialmente afectuosa conmigo, como
si fuéramos novios, y me encantó su iniciativa.Estuvimos hasta las 20:00 sin desayunar ni almorzar, lo que más tarde nos pasaría la cuenta.
Finalmente, fuimos a Dominó a comer completos, y le gustaron. Esa sería nuestra única
comida del día.Al regresar al hotel para arreglarnos, nos broméabamos constantemente. Bajé primero al bar y
pedí una copa de vino mientras la esperaba. Cuando llegó, tomó otra copa y nos fuimos a
encontrar con Pablo (un exalumno) y su amigo en un bar donde habíamos quedado de vernos.
Cuando llegamos, comenzamos con una conversación grupal, pero luego me puse a hablar
solo con Pablo sobre los Bootcamps, mientras Ale se quedaba conversando con el amigo de
Pablo. En un momento, le dije a Pablo:—Salgamos un momento a fumar.
Antes de salir, le dije a Ale:
—Quédate charlando con su amigo, ahora volvemos.
Cuando salimos, Pablo me comentó:
—Es loco que la dejes sola con mi amigo.
—Es normal —respondí—. Confío en ella y nos damos libertad. Así actúan las personas con
desarrollo personal. De todas formas, quiero testearla.Volvimos y nos cambiaron a una mesa en la zona de fumadores. Pedimos más tragos y una
tabla para compartir. Me gustaba su nivel de atención conmigo: me elegía la comida, la
preparaba y me la pasaba. Siempre me encantó que fuera detallista y preocupada por mí.
Con las copas de vino, comenzó a sentirse borracha. Le di la opción de regresar al hotel, pero
insistió en quedarse. Terminamos yendo los cuatro a una discoteca. A mí me incomodó que no
tuviera autocontrol con el alcohol, pero decidí mencionárselo al día siguiente.Cuando llegamos a la discoteca, el amigo de Pablo me invitó una piscola y a ella le compré
agua. Salimos a fumar y ella se sentó en una mesa cercana mientras yo me quedaba de pie
con los chicos. En ese momento, un tipo de traje se acercó y comenzó a hablarle.
Para mí, era la oportunidad perfecta para testear más su personalidad.
Los dejé hablar cinco minutos y luego me acerqué, integrándome en la conversación sin
marcar que ella era mi chica. Solo dejé abierta la posibilidad de que éramos amigos, para ver
cómo reaccionaba ante una posible invitación del tipo a bailar. Pero esa invitación nunca llegó.
Después de un rato, fuimos a la pista de música electrónica. Ella abordó a un grupo de
mujeres y comenzó a hacer videos con una de ellas, mientras yo hablaba con los chicos,
aunque la observaba de lejos.En eso, se me acercó un tipo:
—Hola, CIGS, te sigo en Instagram. ¿Cómo estás? Quiero ir a tus Bootcamps.
Desde la distancia, vi a Ale hablando con otro tipo, quien le pedía su Instagram. Seguí
conversando con mi seguidor, hasta que me di cuenta de que el chico era amigo del mismo
tipo que hablaba con Ale. Nos unimos todos y nos presentamos. Se notaba que el chico
estaba hipnotizado por el carisma de Ale.
Para ese punto, Pablo y su amigo ya se habían ido hace 30 minutos, y yo estaba agotado. Le
dije a Ale que nos fuéramos.—No, quedémonos un rato más —respondió.
La tomé del brazo y la llevé a un lado.
—Si quieres quedarte, hazlo. Yo estoy cansado y no estás obligada a depender de mí. Tienes
internet y dinero, puedes volver cuando quieras al hotel. Yo me voy.
—Quedémonos cinco minutos más.
Fui reactivo sin darme cuenta y le dije:
—Si quieres quedarte y seguir hablando con el tipo, está todo bien para mí.
—No es eso.
—Me voy.
Me siguió sin decir nada más.
Nos fuimos en Uber sin hablarnos. Al llegar al hotel, me acosté de inmediato. Estaba acabado.El buzón de quejas
Por la mañana, me fui a su cama y le dije:
—Tenemos que hablar.
Ella asintió en silencio.
—Anoche me molestaron dos cosas. Una: que no tengas control con el alcohol. Sé que no
comimos mucho, pero debes aprender a controlarte. En Chile, es mal visto que una mujer esté
borracha. Y dos: no fuiste empática conmigo. Yo estaba cansado y tú querías seguir. Yo soy
empático contigo en muchas cosas, pero necesito que dejes de actuar como una niña
caprichosa, porque no soy el hombre con el que puedes actuar así.
Ella respiró profundo y respondió:
—En mi país es normal estar un poco borracha, tal vez son diferencias culturales. Pero
créeme, estaba consciente de todo lo que pasaba. Y disculpa si sentiste que no fui empática,
pero lo estaba pasando bien. Te pedí cinco minutos más porque quería seguir bailando
contigo, porque sentí que me dejaste de lado en varios momentos por tus amigos.
Hizo una pausa y continuó:
—No es una queja, está bien, tal vez no lo notaste. Pero nunca quise quedarme por el otro
tipo, me importa un carajo. Intercambiamos Instagram porque me pidió dos veces y pensé que
podía promocionar su emprendimiento, porque yo pasé por esa etapa y entiendo cómo es.
La miré fijamente.
—Esto no es una crítica por celos —le aclaré—. Puedes hablar e intercambiar Instagram con
quien quieras, incluso quedarte con alguien si quisieras. Pero no fuiste empática con mi
cansancio, y tampoco explicaste en el momento que te sentías un poco apartada y que
querías bailar conmigo.
Suspiré y terminé diciendo:
—Me gusta mi nivel de madurez y cómo te hablo las cosas. Antes, en otra etapa de mi vida, te
habría mandado al carajo por encontrar actitudes que no me gustaban.
Ella se quedó en silencio unos segundos, luego sonrió y me abrazó.
—Ven, mi gruñón. Dame un abrazo.Ese día nació el buzón de quejas.
Jueves 16 – El romance comienza
Después del buzón de quejas, ella se fue a bañar y, desde el baño, me dijo:
—Te necesito… Me llegó el periodo.
En mi mente pensé: Que me lleve el diablo…
—No tengo toallas higiénicas, ¿podrías ir a comprarme?
—Claro, ¿necesitas alguna en especial?
—Sí, estas…Así que fui a una farmacia cerca del hotel. Me quedé mirando el estante, tratando de identificar
cuáles eran las correctas, mientras el guardia me observaba con una sonrisa divertida. En ese
punto, ya me importaba un carajo lo que pensara. Las compré y volví al hotel.Nos preparamos y tomamos un bus rumbo a Concón. Durante el viaje, tuvimos una
conversación muy interesante sobre emociones y cómo regularlas. Entre abrazos, besos y
cumplidos de su parte, noté que el llamado de atención del día anterior la había hecho más
dócil, con más iniciativa y mucho más afecto hacia mí.Llegamos al Airbnb en Concón, con una vista impresionante al mar. Ella se quedó sin palabras,
con una sonrisa radiante.—Nunca había tenido una vista tan hermosa… —dijo emocionada—. Pensaste en todo. Te
adoro.Era una niña feliz cuando se trataba de los detalles. Me agradeció todo lo que estaba haciendo
por ella.Moríamos de hambre, así que nos fuimos a Alto Mar by Gatita a comer mariscos. La bromeé
diciendo que esperaba que al menos ahí sí tuvieran mar.Pedí dos pisco sour que me mandaron directo al carajo, y ella, dos copas de vino que hicieron
lo mismo con ella. Todos los hombres la miraban. Era de esas mujeres que no pasan
desapercibidas en ningún momento.Nos quedamos ahí, conversando y comiendo por casi tres horas. Luego, fuimos a la playa.
En la arena, seguimos conversando de todo un poco. Ella se quedó en traje de baño y
comenzó a tomarse fotos y grabar videos, mientras yo me relajaba acostado en la toalla,
disfrutando del sonido del mar.En un momento, me abrazó y comenzó a besarme.
Después de un rato, decidimos ir al Jumbo a comprar vino y quesos, porque esa noche
tendríamos una cita romántica con vista al mar en el departamento. Compramos lo que nos
recomendó Pablo y regresamos al Airbnb.Al llegar, le pregunté:
—¿Te ayudo en algo?
—No, corazón, tú relájate. Yo haré todo.Así que eso hice. Puse música y comenzamos a beber vino mientras ella me explicaba cada
tipo de queso.Nuestra conversación fue sumamente romántica y seductora de ambas partes. Nos besamos
una y otra vez, mientras la música de fondo aumentaba las emociones. La tensión entre
nosotros crecía, pero, entre copas y besos, ella terminó más tomada que yo y decidió
acostarse en el sillón.—Hey, vete a la cama —le dije.
—No, tú ya has dormido muchas noches en el sillón. Ve tú a la cama.
—Te voy a tomar en brazos y te acostaré.
—No puedes —respondió con una sonrisa desafiante.
—¿Para qué crees que entreno? Para momentos como este… Para tomar en brazos a una
borracha y acostarla en su cama, como un caballero.Así que la tomé en brazos, le quité los zapatos y la tapé con la manta.
En ese momento, me sentí como el puto Don Juan de Marco. Casanova estaba muriendo en
mí sin darme cuenta.Extra: Una noche mágica en la playa
Caminamos por la playa de noche, de la mano. El sonido de las olas, la brisa marina y la luna
iluminando el horizonte creaban un ambiente perfecto. En un momento, me abrazó con fuerza
y nos besamos bajo la luna.Para ella, fue un momento profundamente emocional. Sus ojos brillaban y, sin poder
contenerse, unas lágrimas rodaron por su rostro.—Este momento es tan hermoso… tan romántico —susurró—. En serio, gracias por todo esto.
Te lo agradezco de corazón.Seguimos caminando hasta el muelle, donde le tomé algunas fotos mientras ella admiraba el
reflejo de las luces en el agua. Luego, de la mano, seguimos nuestro camino hacia la rueda de
la fortuna.—Sentémonos aquí un rato —dijo de repente.
Nos acomodamos en un banco y tuvimos otra gran conversación, recordando lo increíble que
la estábamos pasando. Pero sabíamos que esto era solo el comienzo de los próximos días,
sacados de una película romántica.Cuando llegamos a la rueda, hicimos más fotos y videos, capturando la magia de la noche.
Finalmente, regresamos al departamento, donde nos esperaba la tabla de quesos y el vino que
ella me había preparado.Viernes 17 – La cita más romántica del mundo
Desperté alrededor de las 11 a. m. con una sensación extraña en el pecho, como si hubiera
llegado a un punto sin retorno. En el fondo, sabía que esto era lo que quería. Había seducido a
tantas mujeres en mi vida, pero nunca me había permitido involucrar el corazón. Esta vez era
diferente. Las emociones eran intensas, profundas. Aunque era un terreno nuevo para mí, me
gustaba. Gran parte de mi vida había estado marcada por el sexo vacío y, tarde o temprano,
me tocaría soltar el control y simplemente dejarme llevar.Cuando me levanté, ella ya estaba despierta y me dijo:
—Ven a mi lado.
Sin dudarlo, fui a abrazarla y besarla. Pasamos cuatro horas en la cama, en un juego físico que
subió de tono (me guardo los detalles). Después de eso, nos arreglamos y salimos rumbo a
Reñaca.
Fuimos a un bar frente al Sector 5 a comer sushi. Era un lugar hermoso. Bebimos tragos de
autor mientras sentía las miradas de todos sobre nosotros, tanto hombres como mujeres. Pero
nada de eso importaba. Nosotros estábamos en nuestro propio mundo, conversando,
acariciándonos y riendo. Fue otro momento digno de coleccionar.
Después, nos recostamos sobre la arena, disfrutando del día. Como siempre, hablábamos sin
parar. Algo que amo de una mujer con desarrollo personal es que nunca tienes que esforzarte
en la conversación, nunca hay silencios incómodos ni momentos aburridos. Siempre hay algo
interesante de qué hablar.Nos tomamos algunas fotos y la ayudé a grabar un video. Luego, al ver el sunset, lo subí a mis
historias. Seguimos caminando por la orilla hasta que encontramos un bar en la playa con un
DJ tocando música house en vivo. El ambiente era mágico.
Nos sentamos en una mesa con vista al mar y pedimos una botella de vino y una tabla de
quesos. Todo era tan perfecto que parecía una escena sacada de una película. Nuestro
romance desbordaba el espacio, al punto que una pareja de argentinos que estaba detrás de
nosotros nos interrumpió.—Se ven tan lindos juntos —dijo la mujer—. ¿Quieren que les haga una foto?
Aceptamos y nos tomaron una foto con las copas de vino, mirándonos a los ojos.
Para Ale, era increíble que estas cosas sucedieran de manera tan natural, como si estuvieran
escritas en un guion. Me lo dijo con un tono emocionado, y la abracé con fuerza. Nos besamos
varias veces antes de regresar al departamento para prepararnos para la noche.Nos arreglamos para ir a la discoteca Resaca Manda. Ella, como siempre, se veía elegante y
llamativa, capturando todas las miradas al entrar.
Compramos unos tragos y nos fuimos directo al piso de reguetón. Nos pusimos a bailar y a
cantarnos las canciones sin dejar de mirarnos a los ojos. En ese momento, solo existíamos
nosotros y la música. La gente alrededor se desvanecía, como si estuviéramos en nuestra
propia película.Después, la acompañé al sector de fumadores. Ella se sentó en una silla y yo me quedé de pie,
hablándole cosas emocionales, cosas realmente bonitas. De repente, comenzó a llorar.
Me agaché frente a ella, tomándole las manos y siguiéndole hablando. En ese momento, noté
que una guardia y un tipo a nuestra izquierda me miraban con mala cara. Desde afuera,
parecía que le había hecho algo malo y por eso lloraba. Pero la realidad era completamente
distinta.Cuando decidimos irnos, pedí un Uber. Ella me había dicho que saliéramos solo cuando
estuviera por llegar, pero salimos antes y el auto tardó más de lo esperado.
Eso la molestó.
Y su molestia me molestó a mí.Ambos estábamos pasando frío, pero no era mi culpa que el Uber se demorara más de lo que
decía la app. En ese momento, no pensé que estaba más sensible por su periodo o por lo que
habíamos vivido esa noche. Solo me frustré y la ignoré todo el camino de regreso.
De repente, mi atención se fijó en la canción que sonaba en el auto: Ojitos Lindos de Bad
Bunny.Mierda… Esta canción dice mucho de lo que está pasando en esta historia.
Cuando llegamos al hotel, ella se acostó de inmediato. Yo, en cambio, me serví una copa de
vino, abrí la ventana y me puse a fumar.
Puse la puta canción del Uber y me sumergí en una pelea mental y emocional.
Me cuestioné todo.
¿Seguiría metiéndole el corazón a esto?
¿O debía dejarlo hasta aquí?
Ella me miró en más de una ocasión, pero yo estaba en mi propio mundo.
Era mi momento.
Mi momento para decidir.Sábado 18 – La noche se fue al carajo
Ella se levantó alrededor de las 9 a. m. Yo ya estaba despierto en el sillón cuando se acercó y
me dijo:—Ven, hablemos.
Se sentó a mi lado y, con un tono sincero, continuó:
—Discúlpame por lo de anoche. Mi período y el alcohol me traicionaron… No debí actuar así.
¿Me disculpas, corazón?
La miré y respondí con calma:
—Yo también tenía frío, y no puedo hacer que el Uber llegue más rápido. Tienes que trabajar
en tu empatía.
—Lo sé, amor… ¿Me perdonas?
—Sí, tampoco es tan grave.
Sonrió y cambió de tema.
—¿Quieres que te prepare el desayuno?
—Bueno.Desayunamos en la cama, nos besamos, y la temperatura subió demasiado. Esta vez, fui yo
quien detuvo todo. No quería tener sexo con ella por una emoción de culpa de la noche
anterior. Me bajé de encima y le dije:—Ven, abrázame.
Por un instante, pensé: ¿Me estoy convirtiendo en un maricón? Pero algo en mí decía que aún
no era el momento.
Pasamos buena parte del día en la cama. Salimos alrededor de las 17:00 rumbo a la playa, sin
haber almorzado. Nos quedamos hasta el sunset, conversando, abrazándonos, besándonos,
tomándonos fotos y grabando videos. Luego, fuimos al bar de la playa, pedimos unos tragos y
seguimos disfrutando del romance.
Después, regresamos al departamento para arreglarnos y volver a la misma discoteca de la
noche anterior.Al llegar a la discoteca, el problema empezó. Como no habíamos comido casi nada, a Ale el
alcohol le estaba afectando más de la cuenta.
La fila para entrar era un desastre. Ella, impaciente, solo quería entrar rápido y comenzó a
querer adelantarse, algo que me incomodó.—Espera tranquila en la fila —le dije dos veces, pero no me hizo caso.
Así que tomé su mano y la atraje hacia mí con un leve tirón.
—Me está molestando tu actitud.
Se quedó en silencio, como una niña regañada.
Cuando por fin entramos, todo estaba repleto y había otra fila enorme en la barra. Le dije que
no bebería más; el alcohol y su período no eran una buena combinación. Ella me pidió un agua
sin gas, así que eso fue lo que pedí en la barra.
Pero la cajera me dio agua con gas.
Ale se molestó y no quiso tomarla.
En mi mente, solo pensaba: Fuck…
Bajamos al piso de música electrónica y comenzamos a bailar. En un momento, ella se alejó un
poco y un tipo se le acercó para hablarle. No me importó, seguí bailando. Luego, ella lo ayudó
a entrar en un grupo de tres chicas y lo dejó ahí.Vi a unos conocidos y le dije:
—Espérame aquí unos minutos, voy a saludar a unos amigos y vuelvo.
A ella no le pareció, pero fui igual.Pasé cinco minutos hablando con ellos. En el camino, me encontré con otro amigo del
gimnasio de Buin y su pareja, así que me quedé otros cinco minutos conversando.
Cuando volví a buscar a Ale, su cara decía todo.
No estaba contenta.Bailamos un rato y luego le dije:
—Voy a buscar un trago. ¿Quieres agua sin gas?
—¿Me vas a dejar sola otra vez o quieres que te acompañe?
—Ven conmigo.Mientras esperábamos en la fila, Ale comenzó a hablar con tres chicas. Tenía una habilidad
social impresionante. En menos de tres minutos, lograba que cualquier persona la amara. Era
algo que siempre me llamaba la atención.
Más tarde, le presenté a otros conocidos que me encontré, bailamos un rato y finalmente
decidimos irnos.
Pero su actitud no cambiaba.
Así que la dejé lidiar sola con sus emociones.
Sabía que todavía estaba en proceso de conocerla, pero esa noche me permitió verla con
mayor claridad. En el fondo, era una niña mimada. Hija única, acostumbrada a tener lo que
quiere. Sus exparejas la habían tratado como una princesa, nunca le pusieron límites, nunca le
dijeron que no.
Pero ahora estaba lidiando con un hombre de alto valor.
Con un maestro de la seducción.
Alguien que la leía mejor que nadie y que la pondría en su lugar cuantas veces fuera necesario,
hasta que mejorara.Nos fuimos en el Uber sin hablar.
Yo miraba por la ventana, sintiendo su mirada sobre mí, esperando algún tipo de acercamiento
o charla.
Pero nunca le di eso.
Llegamos al departamento. Ella se acostó de inmediato, y yo fui a reflexionar con un vaso de
whisky, un cigarro y música.
Me pregunté si realmente esta chica era lo que quería en mi vida.
Mis pensamientos negativos intentaban ganar la batalla, recordándome las pocas cosas que
no me gustaban de ella. Era la misma trampa mental de siempre, la que usaba para
decepcionarme rápido de las mujeres y regular mis emociones.
Sentía su mirada desde la cama, pero la ignoré.
Me fui a dormir, un poco decepcionado.Domingo 19 – Al carajo, nacieron sentimientos por el otro
Me desperté y fui a su cama. Abrí el buzón de quejas y le dije lo que me había molestado de
ella la noche anterior. Se lo expresé de manera relajada y madura, y rápidamente resolvimos
nuestras diferencias.En otra etapa de mi vida, ya la habría mandado al carajo. Pero en realidad, tampoco eran
cosas tan graves, solo que las emociones intensificaban todo. Lo bueno era que siempre fui
consciente de ello, y por eso mi madurez para afrontar las diferencias nos permitía encontrar
soluciones rápido.Pasamos el día en la cama hasta las cinco de la tarde. Luego, nos arreglamos y salimos rumbo
a la playa, pero antes decidimos comer algo.—Vamos a McDonald’s —le propuse.
—Bueno, me gusta la idea.Para ser una chica cheta, acostumbrada a restaurantes caros, una ex presentadora de TV y
modelo que podía pagar lo que quisiera, no era en absoluto interesada ni pretenciosa. Una
chica chilena de su nivel probablemente me habría cuestionado la idea de almorzar ahí.
Pero ahí estábamos los dos, comiendo hamburguesas con resaca y muertos de la risa.
Al final, nunca se trataba del lugar, sino de nosotros. Siempre lo pasábamos bien, sin importar
dónde estuviéramos.
Cuando llegamos a la playa, nos recostamos sobre la arena. Yo me acosté, y ella se sentó a mi
lado. Tuvimos una conversación tan romántica que hizo olvidar completamente la noche
anterior.En ese momento, un fotógrafo con su cámara se nos acercó.
—Hola, ¿saben qué? Les tomé una foto. Se veían tan románticos juntos.
—Gracias, pero no tenemos efectivo —respondimos.
—No, es gratis. Es mi pasión capturar momentos lindos.
Nos miramos sorprendidos.
—Disculpa… gracias —le respondí.
—¿Me das tu email para enviártela? —preguntó.
Le di mi correo y le pedí su Instagram para compartir su trabajo.
—No tengo, solo lo hago por pasión.
Ale se quedó en shock.
—No puedo creer esto. ¿Qué probabilidades hay de que, entre tanta gente, nos tomen una
foto en este momento tan romántico? Todo esto parece una película. Pero estoy segura de que
es nuestra energía la que atrae que nos pasen cosas tan lindas.Más tarde, volvimos al bar de la playa y pedimos unos tragos.
Frente a nosotros, había otra pareja, felices, disfrutando de la noche sin importarles nada más.
Me hizo recordar lo que Ale me había dicho días atrás:
“Tienes que aprender a disfrutar del momento sin que te importe el qué dirán.”
Nosotros también estábamos disfrutando nuestra última noche. Nos besábamos, nos
acariciábamos.En ese momento, la chica de la otra mesa acomodó su silla y, en cámara lenta, se fue de
espaldas directo a la arena. Luego, rodó de lado.
Su esposo, muerto de la risa, ni siquiera intentó ayudarla.
Llegó una mesera a asistirla, y poco después, el chico se acercó a nosotros a platicar. Nos
ofreció un poco de marihuana líquida, y Ale y yo decidimos probarla.
Minutos después, se unió a la conversación la esposa, que fue directo a hablar con Ale.—¿De dónde eres? Eres hermosa.
Mientras tanto, el chico me preguntó lo mismo.
—Yo soy de Santiago, y ella es boliviana.
Él sonrió.
—He viajado mucho, y las mujeres de Bolivia, además de hermosas, le meten mucho
sentimiento. Así que bien por ti, amigo, por tenerla a tu lado.
Nos parecieron muy simpáticos, compartimos un rato más y luego se fueron.Terminamos nuestros tragos y regresamos al departamento.
Antes de volver, habíamos comprado una botella de vino para nuestra última noche juntos.
Nos sentamos en el balcón, y mientras compartíamos la copa, Ale suspiró con melancolía.—Me da tanta pena que esta sea nuestra última noche aquí. Ha sido un sueño para mí. Te
agradezco de corazón todo lo que has hecho por mí. En serio, lo valoro mucho.
Una lágrima rodó por su rostro.
—Es mutuo —respondí—. Gracias por esta hermosa experiencia que me has brindado. He
aprendido mucho de ti. Ha sido una locura convivir todos estos días sin habernos visto antes,
pero ha sido increíble.
Ella comenzó a llorar.
—Has sido una persona tan linda, tan transparente y respetuosa… Eres un ser humano
hermoso. Agradezco a la vida el haberte conocido. Te abriste emocionalmente conmigo sin
miedos, sin preocuparte por si esto saldría bien o mal. Lo valoro tanto. Nunca fuiste CIGS,
siempre fuiste Seba, y eso hace que te admire aún más como hombre.
Sentí mis ojos llenarse de lágrimas.
—Nunca me había abierto emocionalmente así con ninguna mujer. Tú lograste eso en mí, y te
lo agradezco de corazón. Siempre fui un puto robot que se limitó a sentir por miedo a que le
rompieran el corazón. Y ahora sé lo que se siente querer a alguien sin pensar en el resultado
de todo esto.
Ella lloró aún más intensamente.
—Gracias, gracias… Eres un hombre increíble. Para muchos, yo solo fui un trofeo. Nadie se
tomó el tiempo de conocerme realmente. Pero tú sí. Siempre pedí un hombre como tú, y
aunque, sin mentirte, me muero de miedo por cómo termine esto, porque soy igual que tú, una
miedosa… Esto es tan perfecto que me aterra. Pero quiero ser valiente, si me prometes algo.
La miré a los ojos.
—¿Qué cosa?
—Que si no terminamos juntos como pareja, nunca te alejarás de mi vida. Prométemelo. Eres
una persona increíble, y no quiero perderte nunca.
Lágrimas rodaron por mi rostro.
Nunca una mujer me había hablado con tanta honestidad.
Siempre fui CIGS para todas.
El maestro de la seducción.
El tipo de los Bootcamps, las entrevistas y los viajes.
Pero para ella, yo era Sebastián.
—Te lo prometo. Sería un idiota si te sacara de mi vida. Siempre quise conocer a una mujer
como tú: linda, interesante, con tantas cosas que adoro. Así que si nuestra historia no termina
como pareja, seremos increíbles amigos. Te lo prometo.
Se levantó, me miró y comenzó a besarme.
Nos fuimos a la cama.
Las emociones estaban a mil, e hicimos el amor. (Por respeto a ella, no entraré en detalles).
Fue pura magia.
Por primera vez, dormimos juntos.
Y al despertar, ella me tenía abrazado.
Solo pensé: Por primera vez en mi vida, despierto abrazado a una mujer en la cama.Lunes 20 – Despedida con amigos
Llegamos a mi casa alrededor de las 16:00, agotados. Decidimos ir a un restaurante de
comida peruana a almorzar. Noté que ya no la sentía tan cercana, pero preferí no suponer nada
negativo y simplemente seguir con el día.
Al llegar al restaurante, ella pidió pulpo a la parrilla y yo, salmón. Conversamos de todo un
poco, pero el cansancio se apoderaba de mí una y otra vez. Solo quería ir a dormir, mientras
que ella no dejaba de hablar. A veces sentía que, por su naturaleza dominante, le costaba
ceder un poco. Así que le propuse:—Vamos al supermercado a comprar una botella de vino para la noche y luego dormimos un
rato. Invitaré a unas parejas de amigos para despedirte.
Aceptó, y nos fuimos a casa. Al llegar a la cama, terminamos hablando en lugar de dormir. Es
el efecto de dos personas interesantes y cultas: nunca se aburren. Nos abrazamos, nos
besamos un par de veces y, sin darnos cuenta, se hizo tarde. Justo entonces llegaron mis
amigos.
Entre risas y preguntas sobre cómo la habíamos pasado, disfrutamos la noche. A ella le
costaba un poco entender a los chilenos, que usan muchos modismos al hablar, lo que
provocó aún más risas. Después de cuatro horas, mis amigos se fueron, y nos quedamos
solos, bebiendo vino.
Ella puso sus piernas sobre las mías y comenzamos a acariciarnos. El vino le había hecho más
efecto a ella que a mí, y poco a poco la conversación giró en torno a nosotros. En un
momento, le dije:—En el peor de los casos, seremos buenos amigos. No nos vamos a separar nunca.
Ella cambió su expresión de inmediato. Me miró y, con seriedad, dijo:
—Quiero pedirte que seas mi amigo.
—Si eso es lo que quieres, yo feliz —respondí.
—Entonces seremos amigos —concluyó ella, pero noté en su tono un dejo de molestia.Sin decir más, me pidió que subiéramos a la cama a terminar el vino acostados. Cuando
llegamos, se acostó con todo y ropa, y se tapó por completo, en un claro signo de disgusto.
Yo estaba tan cansado que no quise insistir en hablarle. Me acosté a su lado y me quedé
dormido.
Unas tres horas después, me despertó la luz de su celular al encender la linterna para ir al
baño. Después de eso, no pude volver a dormir. Mi mente se llenó de preguntas: ¿Realmente
quiero ser solo su amigo? ¿O quiero intentar algo con ella a la distancia?
Esos pensamientos serían el tema de nuestra conversación por la mañana.Martes 21 – El Vuelo de regreso
Despertamos por la mañana y ella se acercó a mí. Yo estaba un poco distante, quería cerrar
esta experiencia como algo perfecto, sin un final predecible. Después de algunos abrazos y
besos de su parte, la animé a que comenzara a arreglar su maleta. Mientras lo hacía y se
maquillaba en mi cama, le llevé el desayuno. Agradeció el gesto y, con una mirada profunda,
me dijo:—Quiero hablar contigo. Anoche mencioné que fuéramos amigos, pero no quiero que lo
malinterpretes. Lo dije en caso de que esto no funcionara, porque, para ser honesta, tengo un
montón de miedo. Miedo de que la distancia arruine algo tan lindo, incluso hasta una posible
amistad. Por eso te pedí que fueras mi amigo… pero en el fondo, soy una miedosa. Siempre
he pedido un hombre como tú, y ahora que te encontré, tengo miedo. Pero ¿sabes qué? Ya no
quiero tener más miedo. Quiero arriesgarme por ti. Quiero intentarlo.La miré a los ojos y le respondí:
—Me pasa lo mismo. Siempre he sido un maldito cobarde que, al encontrar un defecto en una
mujer, se aleja por miedo a salir lastimado. Pero esta vez no quiero que sea así. Quiero
arriesgarme por ti. En esta historia no hay forma de que perdamos. Si no terminamos juntos,
seremos buenos amigos, pero nos prometimos que nunca nos separaremos. Porque dos
personas con un nivel de desarrollo personal tan elevado, o como dices tú, dos personas tan
lindas, no deberían separarse. No es fácil encontrarnos.
Las lágrimas corrieron por su rostro. La abracé, la besé y la ayudé con sus cosas. No fue una
despedida triste. Me sentía calmado y en paz. Algo en mí decía que esta era solo la primera
temporada de nuestra historia. Aun así, iba a extrañar pasar tiempo con ella, despertar a su
lado y mil cosas más.
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